28 noviembre 2010

Diez Palabras del Desenvolvimiento - Introducción

Las palabras básicas para el Desenvolvimiento Espiritual son las siguientes:
  1. Callar
  2. Escuchar
  3. Recordar
  4. Comprender
  5. Saber
  6. Querer 
  7. Osar
  8. Juzgar 
  9. Olvidar
  10. Transmutar
Podemos interpretar el hecho de que el texto del curso no hace más referencias a estas palabras como que su significado es el literal y que describen un proceso lineal de desenvolvimiento. Literalmente, cada una de esas palabras significa algo claro para hacer. Por ejemplo, callar es no hablar; escuchar, prestar atención; recordar, traer algo a la memoria; etc.

Como desarrollo lineal, la sucesión de esas palabras implicaría precedencia de unas sobre otras, sin retrocesos. En este contexto hay que distinguir dos aspectos del desarrollo lineal. En un sentido relativo, sí hay aspectos lineales. En un sentido absoluto, los desarrollos lineales no se observan en el proceso de nuestro desenvolvimiento.

En el contexto de las diez palabras y en el entorno de la conducta, existe una precedencia lineal. Es necesario que callemos, tanto el hablar vocal como el mental, para poder escuchar. Para comprender necesitamos recordar. Para querer, primero tenemos que saber nuestras opciones. Para osar, necesitamos querer dentro del contexto conocido y así reconocer los límites de ese contexto. Recién podemos juzgar con validez cuando hemos osado contemplar un contexto mayor que el de nuestros puntos de vista habituales. Y para transmutar necesitamos dar vuelta la página personal de nuestros recuerdos –olvidar su carácter particular– y así asimilarlos a un contexto más universal.

Es así como, en el entorno de la conducta, las diez palabras configuran una ascética que promueve nuestro desenvolvimiento. Pero una ascética aplicada a la conducta, si bien necesaria, no nos basta para ampliar nuestra conciencia más allá de las concepciones de la cultura que define esa ascética. Podemos lograr gran compostura sin por eso salir de los límites de nuestros prejuicios e ideas hechas. Esta cerrazón mental suele llevarnos a sentirnos seguros de que “estamos llegando” a nuestro objetivo espiritual, sin darnos cuenta de que, por ejemplo, el hecho de Osar tomar una decisión no significa que hayamos Comprendido la situación que motivó nuestra decisión y que esa decisión sea atinada.

Si bien el desarrollo de la conducta puede ser lineal en algunos aspectos, el de la conciencia no lo es. No dejamos nada atrás, todo sigue estando en nosotros mientras ampliamos nuestro estado de conciencia. El desenvolvimiento espiritual no es lineal; la evidencia nos muestra que no por haber comprendido algo sobre nuestra conducta, no volveremos atrás y no actuaremos como si no lo hubiéramos comprendido.

Por esta razón, al considerar las diez palabras, además de referirlas a lo que hacemos, las estamos relacionando con la noción que tenemos de nosotros mismos y de nuestro entorno; es decir, las referimos a nuestro estado de conciencia. En el entorno de la conciencia, las diez palabras configuran una mística que actúa directamente en nuestra noción de ser. Es bueno entonces que nos detengamos en la distinción entre la idea de deber ser y la de llegar a ser.

Deber ser supone la existencia de un modelo de desenvolvimiento que habría que alcanzar basado en una idealización que, en realidad, generamos por extrapolación de lo que para nosotros puede ser la perfección. La dificultad de este enfoque es que nuestra idea del modelo último –o de la perfección– siempre provendría de nuestra conciencia imperfecta, ya que no estamos en la meta del desenvolvimiento sino en camino hacia ella. Y lo estamos no sólo nosotros individualmente, sino que también lo están nuestras concepciones y creencias, ya que son producto de nuestra mentalidad actual.

Es frecuente que la idea de deber ser de acuerdo con un modelo de perfección idealizado impregne no sólo nuestra ascética mística, sino también nuestra noción de ser, y esto abata nuestro ánimo. Como debemos ser algo ideal, por más que nos esforcemos siempre vemos una distancia insalvable entre lo que somos y el ser ideal que deberíamos ser. En vez de prestar atención al proceso de ampliación de nuestro contexto, visualizamos lo que debemos ser en un marco ideal, fuera de los límites de nuestro ser. Es inevitable, entonces, que vivamos con un sentido de culpa que no podemos desarraigar y con la carga de no poder realizar lo que más anhelamos.

Por otra parte, si nuestro modelo de perfección es ideal, cerramos la posibilidad de desenvolverlo y, con eso, ponemos una valla a nuestro propio desenvolvimiento. Además, esta visión del deber ser suele volvernos discriminatorios, dogmáticos e intolerantes. Por supuesto, es indiscutible que necesitamos modelos, si bien no perfectos en sentido absoluto, tan expansivos como podemos concebirlos desde nuestro estado de conciencia actual; esos modelos son los reales que sí podemos alcanzar. También es indiscutible que necesitamos una moral para ordenar nuestra conducta hacia nuestro objetivo. Pero, para adelantar espiritualmente, necesitamos contextuar nuestros modelos y nuestra moral dentro de la línea del desenvolvimiento de nuestro estado de conciencia.

Si acompañamos la ascética de dominio sobre nuestra conducta con una mística de expansión de nuestra conciencia, internalizamos la ética y, paulatinamente, nuestra conducta responde en forma espontánea al sentido de participación e inclusión que desarrollamos. En el contexto del desenvolvimiento espiritual podríamos decir que nuestro ser actual es un llegar a ser.

No llegamos a ser como quien llega a un objetivo final, sino al estadio que comenzamos a transitar en el momento de mirar más allá de nosotros mismos y de nuestros intereses inmediatos. Desde este punto de vista, desenvolvernos es un continuo llegar a ser, un proceso de comprensión por inclusión, acompañado de la plenitud implícita en cada avance que hacemos sobre el contexto que nos contiene y nos define.

Como continuo, llegar a ser es, simplemente, ser ahora, en el eterno presente. No nos es posible ni ser lo que fuimos ni ser lo que todavía no somos. Somos ahora. El quid del ser ahora es el contexto de nuestro ahora. Cuanto más abarca el contexto de nuestro ahora, más expandida es nuestra conciencia de ser.

Esta visión de nuestro desenvolvimiento engarza las diez palabras de tal manera que todas ellas están no sólo relacionadas, sino que son inseparables. La primera palabra está tan próxima a la siguiente como a las demás. No podemos transmutar sin callar, y recién cuando callamos nuestras ideas hechas podemos transmutar en conciencia las enseñanzas que nos brinda la vida.

La aplicación de las diez palabras, como ascética y como mística, a nuestro empeño por desenvolvernos, nos ayuda a saber quiénes somos, cómo queremos vivir, en qué queremos devenir; nos da tanto un marco como una línea de trabajo para lograr nuestro anhelo.

Aun si ignoráramos esta línea de trabajo eventualmente nos desenvolveríamos; bastaría que nos dejáramos llevar por la vida de la mano del tiempo. Pero si nuestra vocación es expandir plenamente nuestra conciencia, las diez palabras nos señalan la intención, la actitud, la conducta y el campo de trabajo –nuestro estado de conciencia– que nos orientan hacia ese fin de manera más expeditiva y con menos sufrimiento.

... Continua ...  (Callar - Escuchar)

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Vivir Conscientemente

"La elección fundamental que una persona hace es qué hacer con su vida. Esta elección se hace no sólo con miras a como ganarse la vida. Hay un resolución más profunda que la elección de una profesión, una que afecta todas nuestras decisiones. Es la elección del nivel en que vivimos. Esta determinación involucra cada parte de nuestra vidas y cada elección que hacemos."

Vivir Consientemente - Jorge Waxemberg